domingo, 27 de febrero de 2011

De gasoleos y gasofas



Vivimos días en los que el mundo anda revuelto por lo que sucede en Libia, o quizás sería mejor decir que anda  revuelto porque peligra el suministro de petróleo y porque la oportunidad para desalojar a un pirado - hasta hace poco amigo y aliado de occidente - está, como diría un bilbaino, "a güevo". 

Vivimos días en los que el precio del crudo ha alcanzado precios nunca vistos; días en los que la planificación económica del gobierno ha vuelto a quedar con las vergüenzas al aire;  días en los que la Teoría del pico de Hubbert vuelve a resonar como un tambor apocalíptico. El caso es que con todo este lío me ha venido a la memoria un dato que, desde que soy consciente de que es así, me ha parecido  de lo más absurdo: según datos del European Commission’s Directorate-General for Energy, España importa gasóleo y exporta gasolina (de media 14.000 y 1.800 kt respectivamente entre 2004 y 2008).  

Cierto es que el parque automovilístico actual está compuesto aproximadamente en un 75% por coches diésel y un 25% por coches gasolina  - producto, entre otros factores, de la mejor fiscalidad y de la propaganda a favor de unos motores que supuestamente consumen y "contaminan" menos (que se lo pregunten a Gallardón). Cierto es que tan sólo nueve refinerías se ocupan de toda la producción de derivados del petróleo en España y, aunque también es cierto que, en los últimos años la producción se ha orientado poco a poco a la fabricación de gasoil, en detrimento de la gasolina, los datos están ahí.

Aún y todo en mi cabeza borbotea una pregunta, de blogero en zapatillas: ¿por qué si la tendencia es, desde hace bastantes años, al aumento del parque de motores diesel; si el refino del petrodiesel es bastante más barato que el de la gasolina; si la dependencia de importaciones de petróleo de España es del 85% (60% la media de la UE27) tenemos encima que importar gasóleo? 




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